La vida siempre sigue hacia adelante, a veces con cambios que nos duelen.
Pero como personas también crecemos, maduramos y evolucionamos. Aprendemos de los errores y nos adaptamos a lo que nos enfrenta la vida. Somos sensibles pero de corazón fuerte, no tenemos que estancarnos en el ayer, tenemos que seguir por nuestro futuro. Todo cambia, nada permanece igual por siempre.
La naturaleza de la vida es el cambio, como nosotros no somos estatuas, los cambios se hacen inevitables en nuestra alma, fuimos reacomodando nuestra forma de proceder y de pensar de acuerdo a las pruebas que nos han puesto el camino.
Los cambios que llegan a nuestras vidas: debemos afrontarlos y adaptarnos a ellos, porque sino iríamos en contra de lo que nos toca vivir, si el cambio llega a nuestro camino es porque lo necesitamos.
No podemos seguir “haciendo más de lo mismo” cuando las cosas ya cambiaron, no podemos actuar como niños cuando tenemos responsabilidades, no podemos seguir con una relación cuando los sentimientos ya cambiaron...
Los cambios vienen con una adaptación, entonces ¿para qué complicarnos la existencia? ¿Por qué nos aferramos tanto a ese viejo “yo” que ya no existe? ¿Por costumbre? ¿Por miedo? ¿Por facilidad?

Lo importante es lo que vamos a hacer ahora. Movernos es la simple diferencia entre avanzar o estancarnos en nuestros propios caminos. Este no es un proceso fácil, pero tampoco tiene porqué ser difícil.
Con el avance de la tecnología, fuimos aprendiendo a cambiar muchas de nuestras cosas materiales, y en general, fuimos encontrando muchos beneficios en esos cambios, ¿Por qué con nuestro corazón debe ser diferente? ¿Por qué no le encontramos beneficios a nuestros cambios?
Todo lo que llega a nuestras vidas es fuente de felicidad. De nosotros depende quedarnos con ello o rechazarlo por miedo al cambio.

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