Muchos se sienten abrumados por las presiones de la vida. Las exigencias de tus padres, amigos y profesores; los cambios físicos y emocionales por los que estás pasando; la frustración que te produce algún defecto o debilidad..., en fin, todo te deja con el ánimo por el suelo.
Todos los días trata de contarles a tus padres al menos una cosa buena de lo que te haya pasado, por pequeña que sea. Así, cuando surja un problema grave, te será más fácil hablar con ellos. Y ellos, a su vez, estarán más dispuestos a escucharte. Si no te atreves a hablar cara a cara con alguien, trata de hacerlo por teléfono o escribe una carta. Por lo general, el primer paso para empezar a sentirse mejor es confiarle a alguien el problema. Y si el desánimo domina tu corazón, recuerda que "Dios es mayor que nuestro corazón y conoce todas las cosas". Si tu tristeza no desaparece, es posible que tengas algún trastorno de salud, como puede ser la depresión.
Fingir que no tienes un problema sería como subir el volumen de la música para no escuchar ningún ruido extraño. No tienes por qué avergonzarte de lo que te ocurre.
"No te dejes vencer por el mal, sino sigue venciendo el mal con el bien".
No hay comentarios:
Publicar un comentario