Creo que todos nos hemos equivocado en más de alguna vez en tomar una decisión que como consecuencia nos trajo momentos de dolor, de lamentación y de repetirnos una y otra vez: ¿Por qué lo hice?
Y es que en la vida hay decisiones que de equivocarnos duelen, y duelen mucho. Las malas decisiones siempre nos traerán malos resultados. Es obvio que nosotros no tomamos decisiones esperando equivocarnos, la mayoría tomamos decisiones esperando que nos vaya bien, pero a veces tomamos decisiones llevadas por la emoción, decisiones que no pensamos, no analizamos, no reflexionamos, sino que simplemente tomamos, creyendo en ese mismo instante, que lo que estamos decidiendo es lo correcto.
Como duele haber tomado una decisión a la ligera, como duele haber pensado que era lo que teníamos que decidir y al ver los resultados, darnos cuenta que erramos totalmente.
Pero tampoco podemos pasarnos la vida lamentando, llorando o reprochándonos de las decisiones que tomamos.
¿Cómo fue que llegaste a este punto?, sé lo que se siente. Pero también a través de la experiencia nos vamos dando cuenta que a pesar de todo Dios siempre tiene cuidado de nosotros, siempre está allí para hacernos reflexionar sobre lo malo que hicimos y para darnos nuevas oportunidades.
Es cierto que muchas de las consecuencias de nuestras decisiones la tendremos que afrontar, El siempre está dispuesto a echarnos una mano, a darnos la fortaleza necesaria para afrontar cualquier situación y sobre todo para darnos una nueva oportunidad.
Ya no te sigas echando mas la culpa, El quiere perdonarte, sanar las heridas que hay en tu corazón y sobre todo quiere darte una nueva oportunidad para comenzar de nuevo, lo hecho, hecho está, ahora hay que ver hacia adelante, dejando a un lado todo aquello que te esta estorbando.
Esa mala experiencia que te ha tocado vivir te servirá de aprendizaje. No sigas creyendo que todo está perdido.
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